Se que vienen por mi. Los oigo venir, me están esperando. Puedo sentirlo, nubes grises, casi negras; el viento que golpea mi ventana, que roza las paredes.
Cuando llueva se que ya estarán aquí.
Ya veo lo que no quiero. Un dolor punzante, constante, agonizador. Siento como mi estomago se retuerce y se cierra, mis manos tiemblan con sudor frío y me agarro la cabeza que se parte en tres pedazos mientras una cajita musical me aterra con su música desafinada. Todo puede mezclarse, los colores de los muebles con los de la pared, los colores del piso se esfuman con mis pies.
La música se acaba, mi cabeza ya no se parte. Todo aquello se acaba, se mezcla de nuevo y vuelve a empezar la música.
La sed que me gana batallas seca y enfría mi boca, me gana agobiándome.
Ya siento en mi piel la humedad del cielo que entra por mi ventana abierta, la brisa trae todo el aire frío y mojado. La primera gota cae y llega al suelo, haciendo ese ruido y ese rebote tan espectacular que eriza mi piel y la pone pálida.
Mi cuerpo pesa el doble ahora, apenas si puedo levantarme del suelo y alejarme de esa esquina donde me acorralo mi miedo, me tiro en la cama y veo como todo se vuele borroso y siento desvanecerme. Cierro mis ojos y duermo sintiendo paz otra ves.
Cuando me despierto veo las paredes blancas a mi alrededor, no hay nada en ellas y no se como salir de las cuatro paredes que me encierran y el espacio acaba mi aire. Como una extraña salgo a explorar…necesito una puerta para escapar de este lugar, pero me desmorono fácilmente y no puedo encontrar una salida. Las paredes parecen moverse y achicar la habitación y el aire es cada vez menos. En mi cama cierro los ojos, este lugar que desde un principio no me gustaba ahora lo odio y es horrible, la habitación no deja de achicarse y el frío hace doler mis huesos. No hay puerta, no hay salida.
Abro los ojos y veo gente sin rostro que no me deja dormir, me dicen cosas que no entiendo. Hacen ruido y cosas que no me gustan, rallan mis paredes y se burlan de mí.
Cierro mis ojos. Parece que mi verdadera pesadilla era esta.
En la habitación hablo con alguien de mi misma altura y ojos iguales a los míos, discuto con ella, peleo y lloro porque me gustaría parecerme a esa persona enfrente de mí. Parece saber tanto, y tener tanta razón; hace mucho que no escuchaba a alguien hablar con habilidad sincera, tanto como para hacerme surgir el sufrimiento. Tanto como para hacerme desear morir.
En su imagen me deformo, soy distinta, morbosa, soy un ser asexuado; totalmente fuera de lugar, inútil y sin perdón. Ya no me alcanza la vista para verme mutar y entonces me desgarro esperando que mi corazón deje de funcionar. Pero supongo que la vida no me quiere muerta, solo me quiere en soledad con migo misma, ahogada en mis penas y quemada por mi disconformidad. Mi mente no le da paz a mi cuerpo que siempre busca una meta, un límite para alcanzarlo y luego pasarlo.
-Perdón –dije- pero no sé quién mas ser.
Mi voz se pierde y esa persona, la que me gustaría parecerme, me mira, me estudia y me odia. “Desgracia vivir en aquel infierno lleno de ángeles. Apenas si podía comer…” escribió alguien y ella me lo recito. Me observa.
En toda mi morbosidad, todo lo que hago, todo lo que digo, el que observa bien puede ver al descubierto toda mi anorexia. Y dejo de existir.
Cuando llueva se que ya estarán aquí.
Ya veo lo que no quiero. Un dolor punzante, constante, agonizador. Siento como mi estomago se retuerce y se cierra, mis manos tiemblan con sudor frío y me agarro la cabeza que se parte en tres pedazos mientras una cajita musical me aterra con su música desafinada. Todo puede mezclarse, los colores de los muebles con los de la pared, los colores del piso se esfuman con mis pies.
La música se acaba, mi cabeza ya no se parte. Todo aquello se acaba, se mezcla de nuevo y vuelve a empezar la música.
La sed que me gana batallas seca y enfría mi boca, me gana agobiándome.
Ya siento en mi piel la humedad del cielo que entra por mi ventana abierta, la brisa trae todo el aire frío y mojado. La primera gota cae y llega al suelo, haciendo ese ruido y ese rebote tan espectacular que eriza mi piel y la pone pálida.
Mi cuerpo pesa el doble ahora, apenas si puedo levantarme del suelo y alejarme de esa esquina donde me acorralo mi miedo, me tiro en la cama y veo como todo se vuele borroso y siento desvanecerme. Cierro mis ojos y duermo sintiendo paz otra ves.
Cuando me despierto veo las paredes blancas a mi alrededor, no hay nada en ellas y no se como salir de las cuatro paredes que me encierran y el espacio acaba mi aire. Como una extraña salgo a explorar…necesito una puerta para escapar de este lugar, pero me desmorono fácilmente y no puedo encontrar una salida. Las paredes parecen moverse y achicar la habitación y el aire es cada vez menos. En mi cama cierro los ojos, este lugar que desde un principio no me gustaba ahora lo odio y es horrible, la habitación no deja de achicarse y el frío hace doler mis huesos. No hay puerta, no hay salida.
Abro los ojos y veo gente sin rostro que no me deja dormir, me dicen cosas que no entiendo. Hacen ruido y cosas que no me gustan, rallan mis paredes y se burlan de mí.
Cierro mis ojos. Parece que mi verdadera pesadilla era esta.
En la habitación hablo con alguien de mi misma altura y ojos iguales a los míos, discuto con ella, peleo y lloro porque me gustaría parecerme a esa persona enfrente de mí. Parece saber tanto, y tener tanta razón; hace mucho que no escuchaba a alguien hablar con habilidad sincera, tanto como para hacerme surgir el sufrimiento. Tanto como para hacerme desear morir.
En su imagen me deformo, soy distinta, morbosa, soy un ser asexuado; totalmente fuera de lugar, inútil y sin perdón. Ya no me alcanza la vista para verme mutar y entonces me desgarro esperando que mi corazón deje de funcionar. Pero supongo que la vida no me quiere muerta, solo me quiere en soledad con migo misma, ahogada en mis penas y quemada por mi disconformidad. Mi mente no le da paz a mi cuerpo que siempre busca una meta, un límite para alcanzarlo y luego pasarlo.
-Perdón –dije- pero no sé quién mas ser.
Mi voz se pierde y esa persona, la que me gustaría parecerme, me mira, me estudia y me odia. “Desgracia vivir en aquel infierno lleno de ángeles. Apenas si podía comer…” escribió alguien y ella me lo recito. Me observa.
En toda mi morbosidad, todo lo que hago, todo lo que digo, el que observa bien puede ver al descubierto toda mi anorexia. Y dejo de existir.
Q delirio q sale de mi.
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