Reflexionando hace unos días, sobre lo que dijo la psiquiatra de tomar medicamentos, algo que me debatí durante la noche, llorando tranquila porque todos dormían; pensaba que en algún momento, como me ah pasado antes, ese medicamento se iba a convertir en mi adicción, en mi fuente de descarga, en mi fin. Me imaginaba consumiendo por última vez cantidades exuberantes de pastillas.
Me di cuanta que no le tengo miedo a la muerte, no, nada más y nada menos, le tengo terror, pánico a la soledad. Me da miedo ser una suicida frustrada; despertarme un día en un hospital y que mi hermana, mi mejor amiga y mi mamá me odien, y estar más sola de lo que me encuentro ahora.
Y fue ahí cuando me di cuenta que solo tengo una sola amiga, una sola amiga a la que le cuento cada desventura, la única que nota el descolorido tono de voz por teléfono en mis momentos tristes, la única que me ah recibido en su casa llorando. La única que me quedo.
Mi hermana, que en resumen vive con migo, y que sin ella no vivo. A quien me toca protegerla de los a veces insensibles comentarios de mi mamá; a quien me toca decirle lo hermosa que es, porque recuerdo que a mi me decían lo contrario.
Me di cuenta que perdí a tanta gente, tanta gente de la que me aleje, tanta gente que conocí y que nunca me recuerdan, tanta gente que se alejo de mi.
Y aún sigo con la idea de volver, de volver a mis ayunos. Quiero eso, aún lo deseo. Y es que no soy feliz así, gorda, jamás lo fui, jamás lo seré. Tristemente creo, y que alguien me corrija, que aunque la anorexia me destruye, es lo mejor que pude haber hecho.
Me di cuanta que no le tengo miedo a la muerte, no, nada más y nada menos, le tengo terror, pánico a la soledad. Me da miedo ser una suicida frustrada; despertarme un día en un hospital y que mi hermana, mi mejor amiga y mi mamá me odien, y estar más sola de lo que me encuentro ahora.
Y fue ahí cuando me di cuenta que solo tengo una sola amiga, una sola amiga a la que le cuento cada desventura, la única que nota el descolorido tono de voz por teléfono en mis momentos tristes, la única que me ah recibido en su casa llorando. La única que me quedo.
Mi hermana, que en resumen vive con migo, y que sin ella no vivo. A quien me toca protegerla de los a veces insensibles comentarios de mi mamá; a quien me toca decirle lo hermosa que es, porque recuerdo que a mi me decían lo contrario.
Me di cuenta que perdí a tanta gente, tanta gente de la que me aleje, tanta gente que conocí y que nunca me recuerdan, tanta gente que se alejo de mi.
Y aún sigo con la idea de volver, de volver a mis ayunos. Quiero eso, aún lo deseo. Y es que no soy feliz así, gorda, jamás lo fui, jamás lo seré. Tristemente creo, y que alguien me corrija, que aunque la anorexia me destruye, es lo mejor que pude haber hecho.
Gracias a las que me leen, de verdad, significan mucho para mí.